Los peones negros frente a la mentira y la división
(Artículo escrito por Ab ipso ferro)
La mentira y la división, independientemente de que en el símil ajedrecístico sean o no asimilables a las torres, son las dos grandes fortalezas blancas tras las que se protege el rey blanco del 11M. Disuelta la mentira y superada la división, la memoria, la dignidad y la justicia tendrán allanado el camino en esta historia de dolor, pero también de virtud ciudadana, que se inauguró hoy hace exactamente mil días; hoy, precisamente hoy, que celebramos el XXVIII aniversario de nuestra Constitución.
Desde esta perspectiva, a nadie resultará extraño que la tarea de los Peones Negros, en su lucha por la verdad y la libertad, consista fundamentalmente en asediar y neutralizar estas dos posiciones clave en la estrategia de terror de los autores del 11M:
1) La mentira y la división son los dos elementos esenciales, inseparables del fenómeno global que constituyen el atentado del 11M y sus efectos en el tiempo.
2) La división de la ciudadanía es la condición imprescindible para la rendición al proyecto totalitario de los autores del 11M, sean estos quienes sean, del Estado de Derecho sostenido y alumbrado por la Nación soberana y libre que es España.
3) La mentira, bajo la forma del encubrimiento, es la condición indispensable, primero, para la impunidad de los autores del acto terrorista y, segundo, para el sostenimiento y acrecentamiento del terror producto del mismo, así como para el mantenimiento de la posibilidad de su repetición.
Vayamos ahora por pasos contados.
PRIMERO. En efecto, tras el hecho criminal del asesinato en masa, el fenómeno global constituido por el atentado del 11M y sus efectos prolongados en el tiempo sobre la vida política española presenta dos elementos esenciales, inseparables, imprescindibles para el cumplimiento completo del propósito terrorista: la mentira y la división.
El atentado en sí consiste en el desprecio de la vida, en el envilecimiento de la humanidad convertida sin escrúpulos en medio para la imposición de una voluntad de poder totalitaria. La expresión suprema de la mediatización de la vida, de este modo, es su destrucción inmisericorde (200 muertos y 1500 heridos). A una, el efecto perseguido y logrado por la destrucción, además de la destrucción misma, es el terror. Y es que es sobre todo el terror y no sólo la destrucción lo que puede conseguir doblegar la libertad.
Desde aquella fatídica mañana, la mentira y el encubrimiento, cuyos perfiles han sido magistralmente delineados en los libros de Luis del Pino (Los enigmas del 11M y Las mentiras del 11M), son parte esencial de esta historia de terror. Asimismo, la historia de España en estos mil días transcurridos (sea ello coincidencia casual o conexión causal no importa en este punto), es la historia de la pugna entre su ruptura y los esfuerzos ímprobos de la ciudadanía española por mantener y preservar la unidad de la Nación sobre la que se edifica nuestro estado de Derecho y, con él, las condiciones precisas y concretas de la libertad de todos los españoles.
SEGUNDO. De este modo, tanto el atentado como su efecto estratégico principal, es decir, el terror, persiguen un fin imprescindible para la implantación del proyecto de poder totalitario que, venga de donde venga, los alumbra sin lugar a dudas: la división de la Nación española, la división de la comunidad de personas libres que se pretende subyugar. Al tratarse del designio de una voluntad de poder totalitaria, ésta precisa inexcusablemente de la destrucción de la fuente de todo poder con que tropieza enfrente, que, en el seno de un estado de Derecho, no es otro que la Nación a la que deben sus poderes todas las instituciones del Estado. Sólo destruyendo a la Nación puede doblegarse al Estado. De igual manera que en una monarquía absoluta la fuente del poder es el monarca, de modo que el sometimiento del Estado exigiría la eliminación, real o práctica, del monarca, en un Estado de Derecho la fuente de poder es la Nación, y sólo destruyendo a la Nación se puede vencer y domeñar al Estado. Al ser la Nación esencialmente un sujeto colectivo, una comunidad de personas, una unidad de voluntades, tal propósito exige la destrucción de dicha unidad. La destrucción de algo supone siempre la destrucción de la esencia de ese algo, y la destrucción de algo esencial exige la imposición de algo otro, esencial también, que sea su contrario. Por esta razón, la destrucción de la Nación ha de pasar necesariamente por la destrucción de la unidad esencial que la sostiene, la de la Nación española; la unidad sólo puede destruirse introduciendo en su seno la división y sustituyendo la primera por ésta. La división, la discordia, es eso otro esencial que el rey blanco necesita introducir en la vida política española. De ahí que los autores del 11M necesiten indefectiblemente que se consume la división de los españoles, la desavenencia irreconciliable de sus voluntades.
Todas las acciones y actitudes políticas encaminadas a la división de la Nación española, coincidan o no real e intencionalmente con ellos, coinciden en sus fines con los autores del 11M. No es nuestro propósito levantar aquí sentencia sobre nadie, sentencia para la que, por lo demás, carecemos de elementos de juicio. Sin embargo, apuntar esa coincidencia de facto es imprescindible para comprender el fenómeno global ante el que nos encontramos.
TERCERO. Por último, la mentira bajo la forma del encubrimiento, a su vez y por sí misma, persigue dos fines indispensables, a saber, la impunidad de los autores y la multiplicación del terror. Ello depende, sin lugar a dudas, de que el origen del terror, el rey blanco, siga siendo una incógnita, a resguardo. Pues lo terrible es mucho más terrible si es inesperable, y la condición principal para mantener intacta su oscura naturaleza es que permanezca incógnito, desconocido, incontrolable. El terror puede mantener con ello la insoportable presión del adelanto de la muerte que le es propia; pero no permite que se escuche la amenaza bajo la forma articulada de la voz, de una voz. El rey blanco sabe bien que sólo el miedo ciego es susceptible de atenazar la libertad.
El rey blanco es el polo, el núcleo del que irradia el miedo ciego que se cierne sobre la sociedad española desde la misma mañana del 11M. La mentira y la división son las dos fortalezas tras las que se protege, los dos pilares fundamentales de su estrategia totalitaria y de muerte. Por eso, el deseado jaque al rey que persiguen los Peones Negros pasa necesariamente por la neutralización, por el sobrepasamiento y la eliminación de estas dos posiciones perversas: la mentira y la división. Por lo mismo, la idiosincrasia de los peones negros es su no filiación partidista, su transversalidad a lo largo y a lo ancho de la ciudadanía española, con el derecho constitucional de igualdad como guía:
Art. 14 de la CE: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”
Por todo ello la acción de los Peones Negros, a la que convocamos en primera persona, sin intermediarios, a toda la ciudadanía española, se concentra en el esclarecimiento y en la difusión de la verdad del 11M. Folleto a folleto, palabra a palabra, con el calor, el vigor y el poder que sólo la vida en primera persona posee, que sólo el individuo de carne y hueso guarda consigo.
La mentira y la división, independientemente de que en el símil ajedrecístico sean o no asimilables a las torres, son las dos grandes fortalezas blancas tras las que se protege el rey blanco del 11M. Disuelta la mentira y superada la división, la memoria, la dignidad y la justicia tendrán allanado el camino en esta historia de dolor, pero también de virtud ciudadana, que se inauguró hoy hace exactamente mil días; hoy, precisamente hoy, que celebramos el XXVIII aniversario de nuestra Constitución.
Desde esta perspectiva, a nadie resultará extraño que la tarea de los Peones Negros, en su lucha por la verdad y la libertad, consista fundamentalmente en asediar y neutralizar estas dos posiciones clave en la estrategia de terror de los autores del 11M:
1) La mentira y la división son los dos elementos esenciales, inseparables del fenómeno global que constituyen el atentado del 11M y sus efectos en el tiempo.
2) La división de la ciudadanía es la condición imprescindible para la rendición al proyecto totalitario de los autores del 11M, sean estos quienes sean, del Estado de Derecho sostenido y alumbrado por la Nación soberana y libre que es España.
3) La mentira, bajo la forma del encubrimiento, es la condición indispensable, primero, para la impunidad de los autores del acto terrorista y, segundo, para el sostenimiento y acrecentamiento del terror producto del mismo, así como para el mantenimiento de la posibilidad de su repetición.
Vayamos ahora por pasos contados.
PRIMERO. En efecto, tras el hecho criminal del asesinato en masa, el fenómeno global constituido por el atentado del 11M y sus efectos prolongados en el tiempo sobre la vida política española presenta dos elementos esenciales, inseparables, imprescindibles para el cumplimiento completo del propósito terrorista: la mentira y la división.
El atentado en sí consiste en el desprecio de la vida, en el envilecimiento de la humanidad convertida sin escrúpulos en medio para la imposición de una voluntad de poder totalitaria. La expresión suprema de la mediatización de la vida, de este modo, es su destrucción inmisericorde (200 muertos y 1500 heridos). A una, el efecto perseguido y logrado por la destrucción, además de la destrucción misma, es el terror. Y es que es sobre todo el terror y no sólo la destrucción lo que puede conseguir doblegar la libertad.
Desde aquella fatídica mañana, la mentira y el encubrimiento, cuyos perfiles han sido magistralmente delineados en los libros de Luis del Pino (Los enigmas del 11M y Las mentiras del 11M), son parte esencial de esta historia de terror. Asimismo, la historia de España en estos mil días transcurridos (sea ello coincidencia casual o conexión causal no importa en este punto), es la historia de la pugna entre su ruptura y los esfuerzos ímprobos de la ciudadanía española por mantener y preservar la unidad de la Nación sobre la que se edifica nuestro estado de Derecho y, con él, las condiciones precisas y concretas de la libertad de todos los españoles.
SEGUNDO. De este modo, tanto el atentado como su efecto estratégico principal, es decir, el terror, persiguen un fin imprescindible para la implantación del proyecto de poder totalitario que, venga de donde venga, los alumbra sin lugar a dudas: la división de la Nación española, la división de la comunidad de personas libres que se pretende subyugar. Al tratarse del designio de una voluntad de poder totalitaria, ésta precisa inexcusablemente de la destrucción de la fuente de todo poder con que tropieza enfrente, que, en el seno de un estado de Derecho, no es otro que la Nación a la que deben sus poderes todas las instituciones del Estado. Sólo destruyendo a la Nación puede doblegarse al Estado. De igual manera que en una monarquía absoluta la fuente del poder es el monarca, de modo que el sometimiento del Estado exigiría la eliminación, real o práctica, del monarca, en un Estado de Derecho la fuente de poder es la Nación, y sólo destruyendo a la Nación se puede vencer y domeñar al Estado. Al ser la Nación esencialmente un sujeto colectivo, una comunidad de personas, una unidad de voluntades, tal propósito exige la destrucción de dicha unidad. La destrucción de algo supone siempre la destrucción de la esencia de ese algo, y la destrucción de algo esencial exige la imposición de algo otro, esencial también, que sea su contrario. Por esta razón, la destrucción de la Nación ha de pasar necesariamente por la destrucción de la unidad esencial que la sostiene, la de la Nación española; la unidad sólo puede destruirse introduciendo en su seno la división y sustituyendo la primera por ésta. La división, la discordia, es eso otro esencial que el rey blanco necesita introducir en la vida política española. De ahí que los autores del 11M necesiten indefectiblemente que se consume la división de los españoles, la desavenencia irreconciliable de sus voluntades.
Todas las acciones y actitudes políticas encaminadas a la división de la Nación española, coincidan o no real e intencionalmente con ellos, coinciden en sus fines con los autores del 11M. No es nuestro propósito levantar aquí sentencia sobre nadie, sentencia para la que, por lo demás, carecemos de elementos de juicio. Sin embargo, apuntar esa coincidencia de facto es imprescindible para comprender el fenómeno global ante el que nos encontramos.
TERCERO. Por último, la mentira bajo la forma del encubrimiento, a su vez y por sí misma, persigue dos fines indispensables, a saber, la impunidad de los autores y la multiplicación del terror. Ello depende, sin lugar a dudas, de que el origen del terror, el rey blanco, siga siendo una incógnita, a resguardo. Pues lo terrible es mucho más terrible si es inesperable, y la condición principal para mantener intacta su oscura naturaleza es que permanezca incógnito, desconocido, incontrolable. El terror puede mantener con ello la insoportable presión del adelanto de la muerte que le es propia; pero no permite que se escuche la amenaza bajo la forma articulada de la voz, de una voz. El rey blanco sabe bien que sólo el miedo ciego es susceptible de atenazar la libertad.
El rey blanco es el polo, el núcleo del que irradia el miedo ciego que se cierne sobre la sociedad española desde la misma mañana del 11M. La mentira y la división son las dos fortalezas tras las que se protege, los dos pilares fundamentales de su estrategia totalitaria y de muerte. Por eso, el deseado jaque al rey que persiguen los Peones Negros pasa necesariamente por la neutralización, por el sobrepasamiento y la eliminación de estas dos posiciones perversas: la mentira y la división. Por lo mismo, la idiosincrasia de los peones negros es su no filiación partidista, su transversalidad a lo largo y a lo ancho de la ciudadanía española, con el derecho constitucional de igualdad como guía:
Art. 14 de la CE: “Los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social.”
Por todo ello la acción de los Peones Negros, a la que convocamos en primera persona, sin intermediarios, a toda la ciudadanía española, se concentra en el esclarecimiento y en la difusión de la verdad del 11M. Folleto a folleto, palabra a palabra, con el calor, el vigor y el poder que sólo la vida en primera persona posee, que sólo el individuo de carne y hueso guarda consigo.
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